El esfuerzo desconocido del voluntario

El esfuerzo desconocido del voluntario

7 de septiembre del 2016

Recién llegada a Río de Janeiro, tras un largo viaje entre trenes y aeropuertos. Han sido más de 30 horas sin dormir y sin saber muy bien hora, día, ni donde estoy, pero nunca más segura del “título» y destino de este viaje: “Río de Ilusión”.

 He conocido durante el largo vuelo a Katarzyna Kacprzyk, voluntaria de los juegos Paralímpicos o, como me explicó ella, “alumna afortunada de un curso intensivo de 10 días (la duración de los juegos) de la capacidad de superación del ser humano”.image

Esta chica polaca, de aspecto alocado, me ha dado una lección de vida reafirmando mi necesidad continua de seguir haciendo estas “locuras” mías… Y contarlo.

Katarzyna me ha contado un mundo desconocido que gira en torno a las Olimpiadas: el papel del voluntariado y el esfuerzo que se requiere para acceder a él.

Dos años antes de cada olimpiada empieza el proceso de selección del voluntariado, convocatorias, solicitudes, entrevistas… Todo queda cerrado dos años antes.

Los requisitos para poder formar parte de este evento no son difíciles de cumplir: ser mayor de 18 años, haber completado los estudios básicos, tener disponibilidad completa durante los 10 días del evento, etc. Le comento que a mí lo que me parece difícil es poder afrontar todo lo que supone ser elegido. Asumir los gastos del viaje y la estancia (la organización sólo cubre el transporte en la ciudad del evento y una comida diaria), disponibilidad de 15 días en los que abandonar tu vida cotidiana. Me ha dejado bien claro que lo difícil es ser seleccionado.

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La abnegación de un voluntario

Aquí, en Río de Janeiro, en estas Paraolimpiadas50.000 personas han sido llamadas entre las incontables peticiones de voluntariado llegadas de todos los rincones del mundo para cubrir las diferentes áreas de trabajo.

Es más que evidente que, gracias a estos voluntarios, la organización puede funcionar de forma adecuada. Lo que me sorprende es que estos, que entregan años de su vida a participar, apoyar y posibilitar que este evento, puedan seguir adelante arriesgando sus gastos y no tengan su “sitio” y “podio” de reconocimiento.

Cuando digo que entregan años de su vida me refiero a los años que muchos de estos chicos se dedican a trabajar y ahorrar para poder asumir los gastos de esta aventura, y a la previsión, demostración de solidaridad y madurez que tienen muchos de ellos. Los hay que con 16 años solicitan el voluntariado sabiendo que en dos años cumplen con el requisito de mayoría de edad.

Me avergüenzo de pensar que yo no sé ni lo que haré en unas horas, y hago lo único en lo que actualmente puedo contribuir: narrar su historia. Las labores de este equipo humano permanecen invisibles en el día a día de la Villa Olímpica. Atención al público, prensa y comunicación, ceremonias de apertura y clausura, protocolo y lenguas, servicios de salud, tecnología… ¡Una vez los conoces parece que están en todos lados! Creo que conocer a Katarzyna, y con ella a muchos voluntarios, ya ha conseguido que llegue a mi verdadero destino, “Río de ilusión”.

Un cronista nunca lleva preparado un texto. Vine a conocer a deportistas, a convivir con ellos, pero no voy a mirar hacia otro lado cuando “la suerte” me cruce con personas como Katarzyna. Ellas, espero y confío, que formen nuestro futuro.

Sus palabras hicieron que necesitara asumir, reflexionar, meditar y organizar pensamientos en mi vida… Llegué al hotel, solté mi maleta, no conecté el móvil, paseé hasta Los Agitos en Copacabana, visité el Museo del Mañana, subí al Cristo Redentor, volví al hotel, cené mirando a la playa…

Estuve horas asumiendo el impacto visual, captando la pobreza de Río de Janeiro, sus olores, la actitud de los brasileños… sola y sin hablar. Simplemente siendo receptora de emociones y almacenando. Procesando para “resetear” mi cerebro y asumir dónde estoy y para reafirmarme donde quiero estar, qué deseo hacer… y entonces cogí mi teléfono.

Un abrazo,

Maica Rivera


Artículo publicado en EURO MUNDO GLOBAL

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