La Villa Olímpica no tiene “villanos”

La Villa Olímpica no tiene “villanos”

12 de septiembre del 2016

¿Quién no se ha preguntado alguna vez si merece la pena el esfuerzo realizado día a día cuando se persigue un sueño?

Es sábado, Alfonso está nervioso. Me comenta que su crono en la competición ha sido el mejor, que ha ganado la prueba incluso con mejor marca que cuando consiguió el oro en Londres, pero su puesto real es tercero, bronce…

Las nuevas normativas que han cambiado los parámetros lo relegan a un tercer puesto que, más que nunca, sabe a oro. Le intento explicar en mi lenguaje llano y simple y desconocedor de tecnicismos, que todos sabemos lo que significa mejorar la marca de los pasados Juegos Olímpicos. Cuatro años de esfuerzo y dedicación que no necesitan de ninguna medalla.

14264081_1768175956786275_5872008361603387803_nDe forma surrealista, a 4.242 millas náuticas de la Mezquita, como en un sueño, entre mis manos sopeso su medalla de bronce.

Os diré que es pesada, como pesada es la carga que Alfonso soporta. Él sabe que se ha superado a sí mismo, que los años de entrenamiento, sacrificio y renuncia se han traducido en esos segundos que marcan la diferencia… Es entonces cuando comenzamos a hablar de diferencias, de sentimientos de soledad escogida en la perseverancia de nuestros sueños, en la fuerza irremediable que arrebata la voluntad sin posibilidad alguna de oposición.

Algo me entristece en la mirada de Alfonso. Es la mirada de quien no espera nada de nadie, de quien no confía en el mundo, del que sabe que solo con su trabajo, esfuerzo y sacrificio puede llegar a la meta, a su meta, que no es la nuestra, pero que cuando lo conoces hace que sientas necesidad de acompañarlo en el camino. Un recorrido que al final haces tuyo: “la lucha constante”. ¿Quién no se encuentra en ese camino?

La recompensa también es el camino

Mientras conversamos, no suelto su medalla. Os diré que es divertida. Suena como una “maraca”. Por primera vez en la historia de los juegos, todas las medallas, tanto olímpicas como paralímpicas, llevan en su interior “algo” que al agitarlas suena (la música siempre es bandera brasileña). Damos un repaso a su vida (que es la de muchos deportistas) de entrenamiento continuo, pero se detiene. Después de entrenamiento, entrenamiento y entrenamiento no sabe qué contar. Preocupado sabe que mañana la victoria de su prueba no depende tan solo de su esfuerzo. Es un equipo de tres personas y este chico, a pesar de su corta edad, no apuesta por nada cuyo resultado no dependa de él mismo.

alfonso-biciletaContinuamos hablando de las sensaciones de ser “diferentes”, de que nuestro comportamiento y sacrificio por conseguir llegar a la meta nos aísla del mundo. Pero al finalizar la tarde, después de escucharnos mutuamente, sonreírnos y recordar siempre a la “patria”, nos damos cuenta de que somos afortunados de estar aquí, de vivir nuestros sueños, se sentirnos realizados y de la sonrisa pasamos a la risa.

Alfonso ganó ayer de otra flamante medalla. ¡Bravo! Os tengo que decir que empiezo a estar un poco agotada. Apenas duermo, ya que el único tiempo que tengo para escribir estas letras es durante la noche, y ya van ocho en un hotel. Es en este preciso momento cuando tengo que responder a la pregunta del principio: “no dudes ni un segundo en seguir esforzándote por tus sueños, tan solo el camino ya es recompensa”.

Alfonso no pedalea en su bicicleta, se limita a intentar ser mejor persona a través del deporte, del compañerismo, de las ilusiones. Alfonso no gana medallas, conquista sueños y los sueños no son ni de oro, ni de plata, ni de bronce, son personales. Los sueños son lo más bonito de vivir, tanto dormidos, como despiertos.

Un abrazo,

Maica Rivera

Artículo publicado en Euro Mundo Global

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