Escribo cuando sufro… Dejo de escribir cuando dejo de sufrir. Son palabras que escucho continuamente. He disfrutado la experiencia de conocer, compartir y convivir dos días con personas que consideran la escritura algo prioritario en su vida, personas que huyen del “sofá solitario” que espera en casa, del vacío que solo desaparece cuando se plasma en un papel…
Lucía Etxebarria, escritora polémica, contadora de historias reales, no de cuentos con final feliz. Ni príncipes ni princesas. Lucía mira a los ojos. En su reflejo ves que tienes mucho que contar, que en tu historia no existe personaje que te rescate, solo tú misma.
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El dolor se va alejando
Comienza la clase. Lucía aplica técnicas de escritura terapéutica obligando a escribir sin pensar. Van apareciendo las palabras que cuentan nuestra vida, leyendo en voz alta nuestra historia conseguimos perspectiva. El dolor se va alejando…
Siguiente clase. Normas lingüísticas, estilismo individual, disciplina… Reconciliación con nuestra vida, con nuestras decisiones, aceptación de como somos…, compañerismo, comprensión, empatía, amistad…
Dejamos de escribir cuando recuperamos el control de nuestra vida. Entonces, y de manera equilibrada, vamos sustituyendo las horas dedicadas a la escritura por otras actividades que despiertan nuevas emociones. Desaparece la urgencia. Quien continua escribiendo ya no lo hace con dolor. El estilo se define y las historias dejan de hablar de uno mismo: es cuando empieza la escritura creativa.
Desde nuestra infancia, la escritura forma parte de nuestra vida. Ese diario que alguien nos regaló y donde plasmamos nuestras primeras palabras sin ser conscientes que la escritura es en sí misma una terapia: ordena ideas, nos ayuda a tomar decisiones, minimiza el estrés, saca la negatividad…
Sensación de escribir o “reventar”. Lápiz y papel, tiritas para el alma.
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Un abrazo,
Maica Rivera