Favelas: A nadie le gustan, pero están ahí

Favelas: A nadie le gustan, pero están ahí

9 de septiembre del 2016

Sentada en mi ‘mini’ oficina o habitación, que entre tanto ordenador, cables y notas no se sabe qué es esto (es un hotel, frente a Copacabana con unas vistas que invitan a soñar), recapacito, almaceno y selecciono toda la información que he recibido en las últimas horas. Entrevistas, audios, fotografías, tarjetas de nuevos contactos, reportajes pendientes por hacer…entre ellos, las Favelas.

No puedo evitarlo, las he visitado esta noche al terminar en el Parque Olímpico. He estado en dos de las más conocidas, Rocinha y Vidigal. No fui sola, me acompañó mi chófer-guía-ángel de la guarda y en ocasiones fotógrafo, Lindoaldo. Este pobre chico hace un poco de todo y mucho de nada. Cuando lo contraté, ni él ni yo imaginamos que a los cuatro días de conocernos pasearíamos por las favelas una noche, compartiendo uno de los recuerdos que quedarán imborrables para toda mi vida… y seguramente la suya. fabela

Quizás entremezclado con las crónicas de los Juegos Paralímpicos debería describir arena, voleibol, cócteles… Lo habitual cuando se viaja a Río De Janeiro es descansar en alguna de sus hermosas playas y disfrutar de la gastronomía y de otras actividades que ofrece la ciudad. Pero mi curiosidad innata decide por mí, llevándome a vivir “momentos” que “están pero nadie ve”… y contarlos.

Anoche, en la cima de la favela Vidigal, compartiendo una de las imágenes más bellas que me llevaré de Río De Janeiro, pregunté a Lindoaldo si todavía pretendía tratarme como a una turista, y quizás sea por la tensión pasada mientras atravesábamos andando parte de la favela, o quizás por lo surrealista de la situación, comenzamos a reír sin parar. Fue para mí un “momento” inolvidable.

Mucho se ha hablado de las favelas de Río De Janeiro. Junto con las Olimpiadas, ocuparon titulares en medios de comunicación. Favelas y Olimpiadas en un mismo titular asegura la atención de la audiencia. A veces me pregunto hasta qué punto se manipula la información para captar el interés, porque después de lo que vi anoche, sinceramente no creo que haya sido un sitio de alojamiento masivo de turistas asistentes a los juegos Río 2016.

He investigado un poco navegando por las redes, llegando a encontrar vídeos que describen la “paz” que se respira en “estas comunidades”. Si os parece os narro mi paseo nocturno. Es posible que cada lector perciba diferente, solo sé que estuve allí, que miré a los ojos de cientos de personas con las que me crucé, mujeres, hombres, ancianos, niños y adolescentes.

Rocinha y Vidigal, el caos de la noche de Río

Llegamos a Rocinha sobre la 21:00. Aquí anochece sobre las 18:00, por lo que a esa hora poca luz había, tan solo y muy escasamente, algunas bombillas que iluminaban las principales calles. Rocinha está situada muy cerca del Parque Olímpico, es la favela más grande no solo de Río De Janeiro, sino de toda Sudamérica.

La noche cae sobre Rocinha, la favela más grande

La noche cae sobre Rocinha, la favela más grande

Una calle principal atraviesa subiendo toda la comunidad. A lo largo de la misma, multitud de bifurcaciones conducen al interior. La vista se pierde entre pequeños comercios. Un metro cuadrado allí puede ser un supermercado, una peluquería, una pizzeria, un taller de motos, una carnicería, dentista, una frutería… Todo es caótico, sin orden ni lógica.

Muy claramente se adivina que las favelas se abastecen ellas mismas, independientes del mundo exterior. En su desorden encuentran todo lo que necesitan. Percibo el caos en las construcciones y negocios. Cuando observo las viviendas, resaltan las condiciones insalubres, la suciedad golpea la vista, no importa donde mires, ocupa todo, fachadas, ventanas, puertas, sillas….

Una especie de porches con dos sillas y una mesita (algunas son cajas de plástico) es la característica común de las “casas”, “bares” y “tiendas” que allí encuentro. Mi mirada se detiene sin poder evitarlo en contenedores vacíos y en las bolsas de basura construyendo montañas en los rincones.

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Por otro lado, el olor es una mezcla entre gasolina quemada de las taxi-motos, basura amontonada en las calles, perritos calientes, fritangas de los mini-bares… Durante el breve paseo caminando por Rocinha, mis ojos se cruzan con los que me observan y estudian. Por más que intento pasar desapercibida entre esta gente, es imposible, estoy en su zona y cuando me cruzo con ellos sin palabras me preguntan: “¿Qué haces?”. Con esa misma mirada me invitan a marcharme.

Lindoaldo y yo caminamos hacia el coche. El ruido en la favela también me ha sorprendido: bocinas de taxi-motos, pitidos de coches (pocos se atreven a circular debido a la falta de espacio), música que sale de no sé dónde, voces y conversaciones altas que inundan la calle.

Impactada cuando llegamos al coche, le pido a Lindoaldo visitar otra. Rocinha dispone incluso de línea de autobús, lo he visto circular. Dicen que otras son tan estrechas que ni siquiera entra el transporte. Nos dirigimos hacia Vidigal y son las 22:30. Llegamos a la que hace años era considerada una de las favelas más peligrosas, pero que sin embargo, hoy en día Lindoaldo dice está “pacificada”.

Nada más entrar en Vidigal advierto grandes diferencias que describiré otro día. Aquí hay Unidades de Policía Pacificadora (UPPs), incluso nos paran a medio trayecto portando ametralladoras…

Tengo que terminar por hoy. Tan solo decir que llegué a la cima de Vidigal haciendo el último trayecto a pie, ya que no se puede pasar en coche. Desde allí contemplé una de las imágenes, como ya dije al principio, más bellas de mi vida. Allí reí sin poder parar. Salimos de Vidigal a las 24:00. Dejo abierta esta crónica. Han sido unas pinceladas…

Un abrazo,

Maica Rivera


Artículo Publicado en EURO MUNDO GLOBAL

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